lunes, 23 de noviembre de 2009

DEL LEXICO DE CAPATACES Y COSTALEROS

1) LA ROPA.
- "Vestían la ropa de trabajo de la besana: el pantalón de patén gris, las alpargatas y la raída y pequeña boina negra sobre la cabeza."1
- "Antiguamente las ropas eran muy anchas y parecía que habían metido al tío en una caja de zapatos."2
DRAE: "1. Todo género de tela que, con variedad de cortes y hechuras, sirve para el uso o adorno de las personas o las cosas."
El atuendo de un costalero, en lo básico, ha variado poco con el paso del tiempo. Desde aquellas fotografías de los años 30 (con costaleros enjutos, de marcadas facciones, de ropa grande que caía por la espalda hasta la cintura, y faja estrecha por cima del pantalón), hasta las cuadrillas de hermanos de hoy en día (costaleros de anchos hombros, gimnásticos, bien alimentados, con "chandails" deportivos y ropas de ribetes mora-::? e iniciales bordadas), el costal, la morcilla y la faja .: -Lindan siendo insustituibles. Componen estas tres prendas un legado que desde los míticos "gallegos" a los hermanos eostaleros, pasando por la gente del muelle sevillano y por los injustamente llamados profesionales, se han ido pasando de mano en mano los unos a los otros como si de un relevo textil se tratara.
Por ropa se conoce, más ayer y hoy no tanto, la prenda que sobre la cabeza lleva el costalero bajo el paso y donde, indistintamente, recae el peso. La ropa protege, preserva y hace más liviano el roce de las trabajadoras sobre el cuello. Se compone de un trozo de tela -el costal- y de una almohadilla cilindrica -la morcilla- en torno a la cual aquel se enrolla, atendiendo a reglas y medidas que los años han hecho inquebrantables. Tanto hacerse la ropa como ajustársela a otro han pasado a ser ritos que, aun soslayados y tenidos en poco por algunos, marcan lindes entre la costalería de siempre y lo que no llega sino a torpe aproximación. Hoy y ayer detalles como estos -y no se olvide que las cofradías sevillanas siguen en pie gracias a sabios pormenores como los que se presentan-, son los que diferencian el trabajo bien hecho del que no lo es.
Antaño, cuando al costalero se le nombraba por su apodo y cada cuadrilla recibía el nombre de su capataz, no se echaban en falta por lo general algunos de los detalles que hogaño se cuidan, a veces con exagerado prurito y exceso de remilgos. Tanto es así -y en este aspecto sí que se observa una clara evolución-, que ya hay quien habla de un "uniforme de costaleros", a saber, camiseta blanca con el escudo de la hermandad impreso por delante, pantalón de tergal negro (para los pasocristos y misterios) o blanco (para los palios), idéntica distinción en las alpargatas de suela de esparto, calcetines negros o blancos (a tono con las alpargatas), faja preferentemente negra y, metido por esta, la medalla de hermano de la cofradía en que se salga. Se abandonan bajo el paso los pantalones téjanos, por incómodos e inapropiados, y se buscan los de "chandails" y los propiamente de costaleros, pues su holgura permite hacer juego a las piernas, herramientas indispensables para la gente de abajo. Como es de suponer, los antiguos, quienes "cargaban pasos durante siete días y barcos el resto del año" -según dice Antonio Burgos en la dedicatoria de su libro, ya citado-, poco o ningún reparo ponían en exquisiteces como estas y bastante hacían con mantenerse en pie durante toda la Semana Santa.
En las cofradías de negro (Calvario, el Silencio, Vera-Cruz, Gran Poder), a excepción de la camiseta que es siempre blanca, será este color de luto el que predomine en pantalón, faja, calcetines y alpargatas, tanto en el pasocristo como en el palio. Sin embargo, lo habitual viene siendo lo señalado de tonos blancos en los pasopalios y negros en los pasocristos, y a ello apuntan hoy las cofradías (San Gonzalo, Amargura, Santa Genoveva, la Candelaria) que cuidan de uniformar sus cuadrillas de hermanos costaleros. Como se irá viendo, la estética del buen gusto es algo que impera en las hermandades sevillanas, sobre todo en lo concerniente a la puesta de largo de una cofradía en la calle.


fuente:Emilio Velazquez Mijarra

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